¡Muy buenas a todos! Hoy quiero dejaros una pequeña reflexión sobre lo difícil que puede resultar a veces dividir nuestra atención entre el aspecto técnico y el artístico del canto.
Pongámonos en situación. Finalmente ha llegado el día; han pasado cuatro, cinco o seis años y, tras mucho sacrificio, por fin hemos conseguido dominar las técnicas necesarias para cantar el género de música que ha logrado ponernos la piel de gallina desde que tenemos memoria. Sin embargo, algo falla. Nos damos cuenta de que, aunque lo hacemos todo correctamente, al público no le llega. Nuestra voz no respalda nuestras palabras y a pesar de todo el tiempo que hemos invertido, no somos capaces de hacer sentir a nuestros oyentes lo que nuestros ídolos lograron transmitirnos a nosotros. ¿Qué puede haber salido mal?
Cuando empezamos a estudiar canto nos explican el funcionamiento del diafragma, nos piden que enviemos la voz a los resonadores, que tengamos cuidado con el passaggio, que elevemos el paladar blando y un sin fin de aspectos técnicos que convierten el acto de cantar en una tarea, a priori, sólo ligeramente más sencilla que pilotar un Boeing 747. Como resultado, son muchos los cantantes que no vuelven a prestar atención a cosas tan importantes como la interpretación, la energía o la emoción que debe transmitirse al cantar.
Como en multitud de ocasiones les he comentado a mis alumnos, el canto es un arte técnico y, como tal, se compone de un 50% de arte y un 50% de técnica. El problema viene cuando descubrimos que nuestra salud vocal se basa en el aspecto técnico y no en el artístico del canto. Como suele decirse: «la salud es lo primero» y sin darnos cuenta nos olvidamos de transmitir, de vibrar y de emocionarnos con la música… ¡no dejemos que esto suceda!
Y esto ha sido todo por este mes. Espero que os haya resultado útil este artículo y que continuéis atentos a futuras entradas. ¡Un abrazo y hasta pronto!
Manuel Edin